Las madres nunca cumplen años: los reconvierten, los descumplen, los resucitan y los utilizan como encaje que cuelga en las cortinas de la memoria, sobre los sillones de la alegría o en las mesitas de té con inmaculadas hojas de alegría.
Ellas saben remendar cualquier desgarro en el tapiz del corazón, ponen parches de saliva milagrosa en las heridas y siempre ponen la sal justa aunque sean postres aderezados sólo con ternura.
Ya lo dice el refrán: «Madre no hay más que una…» al resto del mundo lo encontré en la calle.
Te quiero madre.
Feliz cumpleaños.
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