Bienvenidos al hogar de mi alma

Etiqueta: madre

EL DOLOR

A mi madre

El dolor encuentra escondites infinitos.

Se agazapa entre las sábanas. Busca hueco en las almohadas.

Deja el mantel vacío y el plato desnudo, abrazando las tímidas cucharas como brazos yertos de un acero inoxidable, inexorablemente baldío.

Se queda colgando en las cortinas, hace pliegues con la memoria, embarazadamente difuso sobre el recodo de los armarios.

El dolor conoce todas las leyes del infinito, las transforma y las disuelve, las mutila y multiplica. El dolor es el dios de la frágil vida.

A partir de ahora, toca adoptarlo como a un niño desvalido que se sienta a nuestra mesa con el hambre voraz del infinito, con la herida abierta del amor perdido, con la soledad remota del que ha dejado en el camino la mitad de su existencia.

El dolor, madre mía, ahora, es tu sexto hijo.

Te quiero más allá de mi voz y mis contornos.

LUTO

Para todas las madres que han perdido a sus hijos.

Para ti, Mercedes, desde el corazón.

Se me ha amontonado el luto como se aglutinan las moscas ante la miel del verano.

Como se desperdician las manos en los andenes vacíos tras la salida del último tren sin pasajeros. Un tren que se escapa, indecente e imprevisible, con la maleta perdida que guarda el aliento de nuestra propia vida.

Se ha quedado pequeño el latido, tan minúsculo como una porción desmemoriada naufragando en el último capítulo de la esperanza.

Y ya nada parece que sea real, salvo este impulso visceral de descorrer las ventanas para lanzarse al vacío del olvido.

Y que todo vuelva a empezar, y que el vientre se dilate, de nuevo, como una nube de inmaculadas esencias. Útero azul hospedando la eternidad.

Sin embargo, el vacío de ti, como un enjambre de euforia desbocada, toma asiento en el salón.

Sabes que ya nunca volverá el paisaje de antes, aunque el camino, jalonado de silenciosos cipreses, empuja. Cada guijarro impone un nuevo punto de sutura.

Ahora toca sobrevivir.

Se nos ha amontonado el luto.

Imposible vencer al dolor con un solo corazón.

DÍA 70: Madre no hay más que una

Las madres nunca cumplen años: los reconvierten, los descumplen, los resucitan y los utilizan como encaje que cuelga en las cortinas de la memoria, sobre los sillones de la alegría o en las mesitas de té con inmaculadas hojas de alegría.

Ellas saben remendar cualquier desgarro en el tapiz del corazón, ponen parches de saliva milagrosa en las heridas y siempre ponen la sal justa aunque sean postres aderezados sólo con ternura.

Ya lo dice el refrán: «Madre no hay más que una…» al resto del mundo lo encontré en la calle.

Te quiero madre.

Feliz cumpleaños.