Treinta y ocho días de confinamiento dan para mucho. El recuerdo se asoma desde las vasijas de la esperanza, mientras va ocupando las sillas vacías que claman una sinfonía de presencias cotidianas.

Recuerdo aquel primer día que me propusieron este reto. No creí que fuera capaz, pero mi amor por el teatro y la necesidad de compartirlo, hicieron que me lanzara con esperanza y sin red, con alegría y temor, con la ingenua soberbia que te ofrecen las aventuras inesperadas.

Hace ya algunos años, los suficientes para haber conseguido crear una nueva familia.

Os echo mucho de menos. 

Cuidaros mucho,  arroparos con el telón de la esperanza, dejaros invadir por la luz de las candilejas mientras el mundo hace mutis por el foro.

Nos vemos al finalizar este intermedio.