Hace más de 40 años que asistí a un encuentro en la Tercera Fase. Fue en un cine de barrio. Allí descubrí a un joven director de cine al que se le auguraba un futuro brillante. Sin duda no se equivocaban, aunque lo que realmente me apetecía era ver a François Truffaut desenvolviéndose en aquel espacio interestelar, es decir, Hollywood.
Lo cierto es que nunca me han gustado las películas de ciencia ficción, no entiendo esa necesidad de tener que buscar vida más allá de la corteza terrestre. ¿Acaso no somos bastante desapegados y suficientemente incapaces de comunicarnos, para tener que inventar nuevos códigos y relaciones amistosas que rozan la hipocresía más absoluta? ¿Qué deseo extraño mueve a los seres humanos para despreciar al de al lado mientras busca, afanosamente, el amor incondicional, y bastante utópico, más allá de las estrellas? ¿Acallar su conciencia? ¿Satisfacer su egolatría? ¿Convertirse en el rey del universo gracias a su inagotable caridad?
Resumiendo: el lunes pasamos a la Fase 3 y no me gustan las películas de ciencia ficción.
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