Si Julio Verne hubiera podido imaginar esta situación, quizás se habría olvidado de la Luna, del fondo del mar o del centro de la Tierra.
Hace ochenta días que la fantasía del escritor ha quedado tan anacrónica como ridícula. A nadie le apetece conocer más allá de lo que habita frente a su ventana, sobre la acera de su barrio o en los rincones mutilados del dormitorio.
Llevamos ochenta días viajando sobre los fluctuantes envites de una incertidumbre que parece agrandarse sobre la delgada línea de lo permisible y lo prohibido, de lo divino y profano, de lo virginalmente bendecido bajo las banderas que ondean sus tímidas agonías amordazadas.
De repente, Phileas Fogg se ha convertido en un aguerrido cirujano.
El leal Jean Passepartout es el enfermero del aliento y la pericia.
Mientras, la dulce Aouda, como una matrona de vainilla, regala esperanza y vida bajo el sopor y el cansancio de tan largo viaje.
Son sólo ochenta días.
La vida es más larga. Y el amor, infinito.
¡ Qué bonito! ¿Y por debajo?
Por debajo las cloacas siguen llenas de m…. Y su olor lo impregna todo : la vainilla, las florecillas, el plumaje de los pajaritos….
¿ No sería recomendable seguir con las ventanas bien cerradas?.