Y si hubiéramos muerto y ni siquiera nos hemos enterado. Estaríamos viviendo en un limbo en el que esperamos la suprema decisión. ¿Mereceremos el Cielo o, quizás, caeremos abocados al Infierno?
No es sencillo vivir así. Esta jaula de inmaculada desinfección ha plegado sus ventanas hacia el paisaje mimético de la indiferencia. Un silencio de olvido se filtra por las persianas y las cortinas supuran la eterna abstención de la esperanza. A lo lejos, como un eco repentino de voces indelebles, se escuchan las pisadas de los que han quedado reducidos a las cenizas del mutismo.
Quizás hemos muerto y nadie nos lo ha dicho.
Mientras llegan noticias, sólo nos queda bailar.
Como en la milla verde… si parecen ángeles