Hace años éramos jóvenes. Inconscientes y valientes. Imprecisos, itinerantes y volátiles. 

Nos besábamos en las esquinas bajo las farolas que nos lanzaban sus mensajes intermitentes como pequeños flashes de pecados y oscuras conjuras de brujas anodinas.

Éramos jóvenes, nos amaba la vida y nosotros jugábamos a ser funambulistas en el alambre del deseo. Nos vestíamos con la incertidumbre del futuro mientras caminábamos con la sólida huella de sentirnos invencibles. 

Ahora estamos aquí. Otro 20 de abril, algunos años después. Ya no somos aquellos jóvenes, pero sí conservamos esa férrea soberbia de vencer cualquier batalla.

Ésta, también, la vamos a ganar.