Bienvenidos al hogar de mi alma

Categoría: Sindicato Bergerac (Página 3 de 17)

Son estos días


Junto a las primeras margaritas hoy me han crecido unos extraños días.
Días sin origen ni memoria.
Días degenerados y sin rumbo.
Quizá vengan de una costilla dislocada,
de una contractura enmohecida,
de un infarto desmemoriado y persistente.
Son días como ladillas que persisten al jabón y la penicilina.
Días enquistados en el desasosiego.
Días infinitos como la resaca de un muerto
que sigue alcoholizado de luz en la eternidad del olvido.
Son estos días de lluvia en la sequía,
barlovento en las pestañas,
frigidez estática entre el orgasmo del mundo.
Son estos días de menopausia cíclica en los arrabales de la primavera.
Son estos días sin voz, casi sin aliento.
Lo demás no importa.
Sólo la sed nos salvará del aullido eterno de los pozos.

Somos eternos

No voy a felicitaros la Navidad.
No voy a desearos un feliz Año Nuevo.
No voy a pedir deseos ni escribir la carta a los Reyes Magos.
No voy a ser lo que he sido siempre.
No voy a ser.
Es el momento de entrar en combate.
Es el momento de arriesgarse al cambio.
Es el momento de apostar por el futuro.
Es el momento de vivir.
Es el momento.
Porque somos eternos y vamos a regresar siempre.

Poema de amor para los hijos


Te quiero todos los días.
Incluso con lluvia.
Con viento, con sol o silencio.
Te quiero sobre la soledad del olvido,
con la algarabía de la verbena,
con el insufrible descalabro del infierno
o en la perfecta armonía del inalcanzable cielo.
Te quiero.
Te quiero todos los días.
Entre los peldaños que bajan.
Sobre las escaleras que ascienden.
En este columpio enamorado y valiente
sobre el que te mueves,
como una lírica mariposa
que busca luz y alas para esa sed de eternidad.
Te quiero todos los días.
Incluso cuando ni siquiera sabía que existías.

No ser feliz, pese a todo

Hoy voy a permitirme no ser feliz.
No buscar el cáliz dorado de las gracias infinitas.
Voy a quedarme en mi crisol de melancolía para ser yo misma entre las lágrimas que me habitan.
Nos empujan a reír, aplaudir, no pensar.
Dioses de filosofías incógnitas.
Demoníacos íncubos con garras de gozo permanente.
Ser y agradecer, viajar y retozar.
Nos obligan a ser feliz pese a todo.
Pese a todos.
Pero yo ya no quiero ser feliz.
Yo quiero ser yo misma.
Y llorar hoy, si me apetece.
Y emocionarme hoy, también, si lo necesito.
Y retozar en la melancolía como ese niño que acaba de descubrir el milagro de la esperanza,
el sabor del chocolate
o la lluvia ingenua de los confeti después de la tarta con sabor a despedida.
Quiero morirme y resucitar.
Abandonarme en el olvido de la incógnita permanente.
Dejar de ser.
Dejar de no ser.
Decidir no ser feliz, pese a todo.

Es el instante de quebrar el narciso

Es el momento de romper los espejos.
La era de mirarse la sombra.
El eco del silencio redimido.
Las pupilas vueltas hacia la cuenca del latido.
Es el instante de quebrar el narciso.
Ya no queda tiempo para demorarse en la memoria.
Ya no queda tiempo para estilizar el olvido.
Ya no queda tiempo.
Hemos llegado al fondo de la mirada ilusoria.
Es el instante,
el único instante de quebrar el narciso
.

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