Te quiero todos los días.
Incluso con lluvia.
Con viento, con sol o silencio.
Te quiero sobre la soledad del olvido,
con la algarabía de la verbena,
con el insufrible descalabro del infierno
o en la perfecta armonía del inalcanzable cielo.
Te quiero.
Te quiero todos los días.
Entre los peldaños que bajan.
Sobre las escaleras que ascienden.
En este columpio enamorado y valiente
sobre el que te mueves,
como una lírica mariposa
que busca luz y alas para esa sed de eternidad.
Te quiero todos los días.
Incluso cuando ni siquiera sabía que existías.