Hoy voy a permitirme no ser feliz.
No buscar el cáliz dorado de las gracias infinitas.
Voy a quedarme en mi crisol de melancolía para ser yo misma entre las lágrimas que me habitan.
Nos empujan a reír, aplaudir, no pensar.
Dioses de filosofías incógnitas.
Demoníacos íncubos con garras de gozo permanente.
Ser y agradecer, viajar y retozar.
Nos obligan a ser feliz pese a todo.
Pese a todos.
Pero yo ya no quiero ser feliz.
Yo quiero ser yo misma.
Y llorar hoy, si me apetece.
Y emocionarme hoy, también, si lo necesito.
Y retozar en la melancolía como ese niño que acaba de descubrir el milagro de la esperanza,
el sabor del chocolate
o la lluvia ingenua de los confeti después de la tarta con sabor a despedida.
Quiero morirme y resucitar.
Abandonarme en el olvido de la incógnita permanente.
Dejar de ser.
Dejar de no ser.
Decidir no ser feliz, pese a todo.
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