Hoy es domingo todo el día. Veinticuatro horas de jovial alegría. Estamos confinados en casa pero nos da igual. No vamos a cambiar nuestras costumbres en favor de estos días grises.

La avenida, desde la ventana, se viste de luz, mientras una alfombra de hojas ocres oculta las desiertas baldosas. Sólo algunas tórtolas o el ladrido de un perro lejano, rompe este silencio de beatitud milenaria.

Parece que el calendario se ha quedado estático en el preciso instante del abrazo robado, pero no es así, la vida sigue, las horas avanzan y el horizonte, poco a poco, se va llenando de luz.

Hoy es domingo todo el día. Algo tendremos que celebrar.