Por aquí,
más dentro de la propia memoria,
más al sur del enconado habitáculo donde dormita el silencio,
más allá de la profundidad que ocupa el eco de la despectiva soledad.
Sin miedo,
aleteando como un febril carámbano de lluvia que buscara el pozo de la alegría.
Así, renacida y exhausta,
devorando la última luz de los planetas dormidos.
Así quiero que me llegue la daga de la muerte
cuando ya sea tarde para iniciar el vuelo.
Un beso.
Otro para ti, guapa.
Bueno, pero que cuando llegue sea tan hermosa como este texto, y que tarde.
Mejor que tarde, Cybrghost, que para «hermosuras» ya tendremos toda la eternidad. Un abrazo.
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Hellen
Thanks.