El silencio.

El latido.

El espacio de la luz. La penumbra o el olvido.

A lo lejos desamanece sobre la torre de Santa Ana.

Un eco de martillos artesanos se desliza por las laderas de Bolón.

El adiós no existe.

Apenas el sonido mínimo del respirador.

Y tu voz a lo lejos.

Y las manos del amor acariciando bajo las sábanas silentes, tan inmaculadas como la luz de este nuevo día que no llega. Que no llegará jamás.

En una semana se ha evaporado una vida mientras la eternidad sigue apostando al mejor jugador.

Alguien ganó la partida.