Bienvenidos al hogar de mi alma

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La luz sigue encendida

A mi prima Conchi

Siempre hay una luz encendida al fondo del pasillo, en las rendijas de la ventana o en la puerta del horno.

Una luz que solo necesita alimentarse de luz, de alegría y esperanza.

Esa llama inolvidable que se desliza por las hogueras del alma y que se vuelve incandescente e imperecedera.

El latido que ahora ha dejado de ser música para convertirse en eternidad.

La luz sigue encendida.

Gracias por tanto.

Nos veremos pronto.

FLORES AMARILLAS

Hacía algo más de veinte días que no le visitaba.

Seguía en el mismo sitio. Estático y sonriente.

Piadosamente silencioso.

Esperaba la visita de nadie, como el que espera, paciente, la resurrección de la luz tras la bienaventuranza de la lluvia.

Me hubiera gustado quedarme a merendar con él , tomarnos un vino y discutir de política.

Pero solo me he atrevido a dejarle unas flores amarillas en la lápida.

Eran las que más le gustaban.

SANTA BÁRBARA BENDITA

Santa Bárbara de Francisco Bayeu

Y de repente truena y aparece Bárbara.

Lo mismo te ofrece un paraguas, una muleta, la prueba del covid o una linterna para la esperanza.

Ella es así.

Magnánima y silenciosa. Una Mary Poppins del siglo XXI.

Como las estrellas que brillan corazón adentro, inmensas en la eternidad de su luz pasajera, eterna, infinita como el beso de un sueño imperecedero.

Si no existieras habría que inventarte.

Feliz Cumpleaños

LOS AGUJEROS DEL ALMA

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A mis hermanos

El tiempo es una espiral imprecisa, innecesaria y transitoria.

El tiempo es relativamente estúpido, tan fugaz como infinito.

Es el tapón frágil de una botella de oxígeno abocada al vacío.

Un maratón de células que intentan apostar por la eternidad de la vida.

El tiempo y el amor nos encontró en las avenidas remotas de la esperanza.

Y aquí estamos, encadenados a la luz milenaria de un ombligo que sigue la ruta impredecible de un hilo de cristal.

La eternidad tiene la voz que emanan vuestros ojos sobre la eternidad incombustible de la memoria.

UN MAL DÍA LO TIENE CUALQUIERA

-Disculpe señora enfermera, pero creo que mi padre acaba de fallecer.

-¿A estas horas? Pues no me viene bien. Es el momento del bífidus, que luego el intestino no me transita nada.

-Lo siento pero… ya no respira.

-Agonizando desde las diez de la mañana y tenía que ser ahora que acabo de entrar al turno. Ya se le podía haber muerto a la de antes, que es asquerosamente amable con todos los pacientes. O a la próxima que tiene la capacidad de empatizar con las familias, especialmente con aquellas que sufren con la pérdida de los familiares. Por cierto ¿usted qué hace aquí? ¿por dónde ha entrado que no la he visto?

-Por la puerta, incluso en los hospitales hay puertas, puertas que se abren y se cierran, algunas para siempre.

-No sé si se lo han explicado, pero no puede estar en contacto con el infectado.

-El infectado es mi padre y acaba de fallecer.

-¿Y usted cómo lo sabe?

-¿Que es mi padre?

-A mí que sea su padre me da igual. ¿Cómo puede afirmar que acaba de fallecer? Hasta que no le haga un electrocardiograma es imposible afirmarlo. Márchese, por favor y no venga a darme lecciones de medicina. ¡Estos huérfanos, siempre importunando!

No sé cómo encontré la puerta de salida que daba al pasillo.

Conté hasta 57. Los mismos años que compartí con mi padre.

No quise mandarla a la mierda por respeto a todas las maravillosas profesionales que nos habían atendido durante ese tiempo.

Pensé: «Ha tenido un mal día, no se ha muerto nadie en su familia«.

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