Se sentaron frente a frente

con los ojos cayendo como cataratas de vino

en un diluvio de deseo y costumbre.

Extendieron las manos

separando el enjambre de hojarasca

nacido en el último otoño.

El silencio era denso y el olvido perpetuo,

solo preguntas sin interrogante

levantaban oleadas de ausencia

entre el infinito acantilado de los cuerpos.

Otra vez el destino caprichoso

los unió al final del trayecto,

tenían demasiada sed para pedir agua…

Solo el humo encontró abrazadas

dos promesas de escarcha que nunca fueron ciertas.

Febrero – 2008