A Luis Leal, mi padre
No tenemos suficiente memoria
para igualar los pasos
que, ordenados y azules,
se van sucediendo
a lo largo del sendero de la vida.
No disponemos de tanto pixeles en la retina
como para detener el paisaje,
entero y eterno,
en la brevedad infinita de los años
que se descuelgan en bandadas
de calendarios fugaces.
No tenemos tantos armarios en el alma,
tantos cajones, entre las costillas y la garganta,
para almacenar aquella brizna,
aquel ocaso,
esa otra raíz acariciando la roca
o esa tímida brisa que precede
al triunfo del camino completado.
No tenemos tantas manos
y, sin embargo, las caricias continúan
abriendo sendas sobre los empinados riscos de este valle
que ya conocen del fuego de nuestros nombres y apellidos.
«La soledad del taray y otros poemas»
Cuentamontes 2009
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