Bienvenidos al hogar de mi alma

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SANTA BÁRBARA BENDITA

Santa Bárbara de Francisco Bayeu

Y de repente truena y aparece Bárbara.

Lo mismo te ofrece un paraguas, una muleta, la prueba del covid o una linterna para la esperanza.

Ella es así.

Magnánima y silenciosa. Una Mary Poppins del siglo XXI.

Como las estrellas que brillan corazón adentro, inmensas en la eternidad de su luz pasajera, eterna, infinita como el beso de un sueño imperecedero.

Si no existieras habría que inventarte.

Feliz Cumpleaños

LOS AGUJEROS DEL ALMA

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A mis hermanos

El tiempo es una espiral imprecisa, innecesaria y transitoria.

El tiempo es relativamente estúpido, tan fugaz como infinito.

Es el tapón frágil de una botella de oxígeno abocada al vacío.

Un maratón de células que intentan apostar por la eternidad de la vida.

El tiempo y el amor nos encontró en las avenidas remotas de la esperanza.

Y aquí estamos, encadenados a la luz milenaria de un ombligo que sigue la ruta impredecible de un hilo de cristal.

La eternidad tiene la voz que emanan vuestros ojos sobre la eternidad incombustible de la memoria.

UN MAL DÍA LO TIENE CUALQUIERA

-Disculpe señora enfermera, pero creo que mi padre acaba de fallecer.

-¿A estas horas? Pues no me viene bien. Es el momento del bífidus, que luego el intestino no me transita nada.

-Lo siento pero… ya no respira.

-Agonizando desde las diez de la mañana y tenía que ser ahora que acabo de entrar al turno. Ya se le podía haber muerto a la de antes, que es asquerosamente amable con todos los pacientes. O a la próxima que tiene la capacidad de empatizar con las familias, especialmente con aquellas que sufren con la pérdida de los familiares. Por cierto ¿usted qué hace aquí? ¿por dónde ha entrado que no la he visto?

-Por la puerta, incluso en los hospitales hay puertas, puertas que se abren y se cierran, algunas para siempre.

-No sé si se lo han explicado, pero no puede estar en contacto con el infectado.

-El infectado es mi padre y acaba de fallecer.

-¿Y usted cómo lo sabe?

-¿Que es mi padre?

-A mí que sea su padre me da igual. ¿Cómo puede afirmar que acaba de fallecer? Hasta que no le haga un electrocardiograma es imposible afirmarlo. Márchese, por favor y no venga a darme lecciones de medicina. ¡Estos huérfanos, siempre importunando!

No sé cómo encontré la puerta de salida que daba al pasillo.

Conté hasta 57. Los mismos años que compartí con mi padre.

No quise mandarla a la mierda por respeto a todas las maravillosas profesionales que nos habían atendido durante ese tiempo.

Pensé: «Ha tenido un mal día, no se ha muerto nadie en su familia«.

UNA SEMANA EN UNA VIDA

El silencio.

El latido.

El espacio de la luz. La penumbra o el olvido.

A lo lejos desamanece sobre la torre de Santa Ana.

Un eco de martillos artesanos se desliza por las laderas de Bolón.

El adiós no existe.

Apenas el sonido mínimo del respirador.

Y tu voz a lo lejos.

Y las manos del amor acariciando bajo las sábanas silentes, tan inmaculadas como la luz de este nuevo día que no llega. Que no llegará jamás.

En una semana se ha evaporado una vida mientras la eternidad sigue apostando al mejor jugador.

Alguien ganó la partida.

MI PADRE SE HA IDO DE VIAJE

A la vida se le ha ocurrido, de repente, mandar a mi padre de viaje.

Nadie lo esperaba.

Ni siquiera había desempolvado la maleta del armario, planchado las camisas o bordado sus iniciales en los dobladillos de la memoria.

Los ojales aparecían descuidados buscando botones despistados. Las cremalleras no sonreían y un pespunte de acelerada tristeza creaba vainicas dobles entre el sabor de vainilla y el crujiente de chocolate.

Se ha ido de repente.

Con la velocidad de la luz.

Nadie nos avisó.

Hemos quedado huérfanos sobre la distancia permeable del recuerdo.

Sobre la inmortalidad permanente del olvido.

Adormecidos en la vigilia eterna de los siempre vivos.

Mi padre se ha ido de viaje sin maleta y sin avisar.

«Desnudo como los hijos de la mar«.

Sólo vestido de amor.

Espéranos. Nos queda suspiro y medio para reencontrarnos.

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