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DÍA 35: El luto

Números que se mueven entre la desolación y el olvido.

Ausencias que se precipitan entre la angustia y la impotencia. 

Cifras que palpitan sobre los tanatorios cerrados, sobre los féretros sin nombre, sobre las oraciones sin dioses ni lágrimas.

Vidas desprendidas de vida que se han olvidado en las cunetas de las estadísticas, en los barrancos de la impotencia, en el vacío de la verdad nunca presentida.

Perdonadme.

Hoy sólo puedo ofreceros este silencio: el silencio de mi ignorancia.

 

TODOS MORIMOS, INCLUSO CAMILO SESTO

A todos los seres vivos, un día u otro, nos llega la muerte.

Quizás a hurtadillas, en silencio, anunciada, presentida o por sorpresa.

Es el único regalo que nos entregaron nuestros ancestros nada más nacer.

La única voluntad de esos inalcanzables dioses.

Pero a todos nos llega la muerte.

Incluso a Camilo Sesto.

MORALEJA: «Es mejor morir con dignidad que aplastado por el botox»

Elegía otoñal para un perro en blanco y negro


Se ha ido al revés de como vino.
En silencio.
Como durmiéndose en el alambique del sueño.
Como recién nacido a la templanza del sosiego.
Se ha ido pero se quedan los incisivos profundos
en las huellas soterradas de la memoria
y ese ladrido que retumba
en las cavidades inmensas de la sed más profana.
Espéranos, Chamán,
ya mismo estamos llegando.

A contracorriente

A veces una se cansa de hablar a contracorriente.
De pensar a contracorriente.
De llorar a contracorriente.
De desnudarse a contracorriente.
A veces una se cansa de vivir (con o sin corriente).
Y entonces quieres ser tortuga para que no te agobie el peso del tiempo, ni la conversación vespertina de los políticos corruptos, ni los besos de tu amante, que siempre caen de soslayo en el último pliegue de la memoria.
Ser tortuga para esconderte en tu casa cuando el viento desmantela la luz de tus cortinas, los pliegues de las persianas, el íntimo tiritar de las bombillas azules.
Ser tortuga para saber cual es tu casa, más allá del peso que te aplasta la vida.
A veces una se cansa de sobrevivir a contracorriente
por eso busca, en los puentes cercanos, el íntimo abrazo del adiós infinito.

Sueño, muerte y eternidad


Quiero dormir sobre el anonimato gris de la piedra y el musgo,
dejarme caer por los barrancos perpetuos
donde las rapaces inventan coreografías de lluvia.
Ser, sólo, mármol de cementerio,
adobe de balneario
o granito circunspecto en los templos del olvido.
Y así, aletargarme en los siglos
sobre la eternidad que ruge
en un horizonte de verdades decapitadas.

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