
A veces una se cansa de hablar a contracorriente.
De pensar a contracorriente.
De llorar a contracorriente.
De desnudarse a contracorriente.
A veces una se cansa de vivir (con o sin corriente).
Y entonces quieres ser tortuga para que no te agobie el peso del tiempo, ni la conversación vespertina de los políticos corruptos, ni los besos de tu amante, que siempre caen de soslayo en el último pliegue de la memoria.
Ser tortuga para esconderte en tu casa cuando el viento desmantela la luz de tus cortinas, los pliegues de las persianas, el íntimo tiritar de las bombillas azules.
Ser tortuga para saber cual es tu casa, más allá del peso que te aplasta la vida.
A veces una se cansa de sobrevivir a contracorriente
por eso busca, en los puentes cercanos, el íntimo abrazo del adiós infinito.
Yo llevo tiempo ansiando con frenar, pero eso sí, con más ánimo mujer.
PD: Salgo guapo en la foto de los comentarios jeje
El ánimo va y viene, igual que la propia corriente.
(Estos bichitos que salen me tienen anonadada)