Bienvenidos al hogar de mi alma

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DÍA 42: La memoria

Recuerdo aquellos domingos de invierno en los que buscábamos el abrigo del hogar. Una película, el sofá, la manta y una bolsa de pipas. Era el momento de encontrarnos tras una semana de idas y venidas, encuentros fugaces y desencuentros superados, a menudo, con el silencio.

También recuerdo los domingos de primavera y otoño paseando por la montaña, jugando a saltar las hojas ocres o recogiendo las primeras prímulas salvajemente serviciales. Corriendo bajo el manto sereno de la lluvia, disfrutábamos de ese perfume que regala la naturaleza cuando se va transformando.

Y esos domingos de verano que saben a arena caliente y dulce salitre. A sandía bulliciosa, a cerveza de terraza y helado de vainilla. Esos domingos donde hasta las sombras abrasan y las noches se perpetúan ausentes de brisa. Domingos de luz infinita encaramados en todos los rompeolas de la vida. 

Domingos de mi vida que hoy se deslizan por la memoria.

DÍA 41: Abuelos a distancia

Todos los días, frente a mi ventana, una legión de abuelos y abuelas saludan a sus nietos.

Los pequeños, pegados al cristal , asoman sus caritas sonrientes buscando el encuentro perpetuamente fugaz de sus caricias, inalcanzables como plumones desprendidos de los etéreos arcángeles.

» Muy pronto te prepararé los macarrones que tanto te gustan». 

«Volveremos al parque, incluso aunque haga lluvia».

«¿Te acuerdas de Caperucita? La abuelita se salvó del lobo feroz».

«No olvides nunca que dos más dos son cuatro, aunque a veces parezca que son treinta y seis». 

Y la acera se llena de risas, de abrazos que vuelan como cometas en abril, de te quieros inmaculados que se enredan en los balcones como raíces eternas de frutal armonía. Y los abuelos lanzan besos y los niños los atrapan con su cazamariposas de alegría.

Y la avenida se llena de vida, de luz y esperanza. De manos alzadas, de besos lanzados como dardos de espuma, de risas que rompen este ensordecedor silencio de incógnitas imprecisas.

Todos los días, frente a mi ventana, la vida se llena de nuevos motivos para la esperanza.

DÍA 40: El limbo

Y si hubiéramos muerto y ni siquiera nos hemos enterado. Estaríamos viviendo en un limbo en el que esperamos la suprema decisión. ¿Mereceremos el Cielo o, quizás, caeremos abocados al Infierno?

No es sencillo vivir así. Esta jaula de inmaculada desinfección ha plegado sus ventanas hacia el paisaje mimético de la indiferencia. Un silencio de olvido se filtra por las persianas y las cortinas supuran la eterna abstención de la esperanza. A lo lejos, como un eco repentino de voces indelebles, se escuchan las pisadas de los que han quedado reducidos a las cenizas del mutismo.

Quizás hemos muerto y nadie nos lo ha dicho. 

Mientras llegan noticias, sólo nos queda bailar.

DÍA 39: Los libros

Allá  donde retorne mi memoria siempre los encuentro a ellos. Apilados en las estanterías, escondidos entre las sábanas, hacinados en los armarios o revoloteando sobre las mesas, compartiendo café con los desabridos folios que buscan el abrazo perpetuo de la indeleble tinta.

Allá donde miren mis ojos están ellos. Sinuosos y lascivos, profundos y livianos, volátiles, porosos como rocas de claustro o pertinaces como cruz de cementerio.

Allá donde mis manos alcancen están ellos. Fieles amigos, eternos compañeros.

DÍA 38: Toda una vida

Treinta y ocho días de confinamiento dan para mucho. El recuerdo se asoma desde las vasijas de la esperanza, mientras va ocupando las sillas vacías que claman una sinfonía de presencias cotidianas.

Recuerdo aquel primer día que me propusieron este reto. No creí que fuera capaz, pero mi amor por el teatro y la necesidad de compartirlo, hicieron que me lanzara con esperanza y sin red, con alegría y temor, con la ingenua soberbia que te ofrecen las aventuras inesperadas.

Hace ya algunos años, los suficientes para haber conseguido crear una nueva familia.

Os echo mucho de menos. 

Cuidaros mucho,  arroparos con el telón de la esperanza, dejaros invadir por la luz de las candilejas mientras el mundo hace mutis por el foro.

Nos vemos al finalizar este intermedio.

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