Hoy nos hemos levantado con una buena noticia: tenemos vacuna.
Pero seguimos en espera.
A estas edades es complicado retomar la esperanza perdida, la alegría contenida o la euforia solapada. El calendario se ha convertido en un tren encallado en una vía muerta.
Cualquier buena noticia se convierte en un susurro de prudentes expectativas. Ya no creemos en los cuentos de hadas, hemos perdido la fe, desde hace ocho meses todos somos ranas y ya nadie puede besarnos.
Tenemos vacuna. Pero seguimos en espera.
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