Por los páramos desérticos de la madrugada,

el viento fluye, en eterna fuga,

como de un ánfora penetrada de grises amapolas.

Dulce silencio que abruma estrellas de mediodía.

Como un océano pleno de horizontes

emerge el paisaje colmado de luz.

La noche acaba abocada al más lejano olvido

de aladas nocturnas y aves de añil.

Todo el sueño reposa en silencio bajo un volcán

sembrado de ríos gorjeantes de caña y junco.

Amanece sobre un tiempo de lunas y ciegos ecos

entre páramos de escarcha y rosado abril,

a lo lejos, como dulcemente punteada,

la tierra se llena de iris y cobre,

letargo mineral sobre la albahaca tierna

recién enamorada de un viento estrenado de luz.

Todo crece tras el bullicio materno de las raíces

prolongando sus miembros hacia el profundo sueño

de las más recónditas luces germinadoras.

Por los páramos desérticos de la madrugada

la vida estalla entre pausados tonos de soledad.

Ediciones Torremozas – 1987