Bienvenidos al hogar de mi alma

Etiqueta: versos

MADRUGADA

Por los páramos desérticos de la madrugada,

el viento fluye, en eterna fuga,

como de un ánfora penetrada de grises amapolas.

Dulce silencio que abruma estrellas de mediodía.

Como un océano pleno de horizontes

emerge el paisaje colmado de luz.

La noche acaba abocada al más lejano olvido

de aladas nocturnas y aves de añil.

Todo el sueño reposa en silencio bajo un volcán

sembrado de ríos gorjeantes de caña y junco.

Amanece sobre un tiempo de lunas y ciegos ecos

entre páramos de escarcha y rosado abril,

a lo lejos, como dulcemente punteada,

la tierra se llena de iris y cobre,

letargo mineral sobre la albahaca tierna

recién enamorada de un viento estrenado de luz.

Todo crece tras el bullicio materno de las raíces

prolongando sus miembros hacia el profundo sueño

de las más recónditas luces germinadoras.

Por los páramos desérticos de la madrugada

la vida estalla entre pausados tonos de soledad.

Ediciones Torremozas – 1987

EL CAFÉ DE LA TARDE

Allí donde se desborda el Mar Negro

un oleaje de azúcar

viene, con un son de maracas sureñas,

hacia la marea tibia de la porcelana

precipitando, al fondo, breves marinos blancos

sobre un rodar de aceros y tumultos de agua.

Allí donde el tiempo se detiene en la sombra,

una luna mulata teje semillas de viento,

oscuras lágrimas desbordan la tierra,

suspiros negros aroman la noche

con una brisa de amargura y miel.

Allí donde la tarde tome forma de casa,

un hogar de camelias nos enseña su espejo

y ante el breve tumulto de palabras y versos

se nos duerme en los labios el fruto

de las llanuras doradas del Sur,

como si la tarde abandonara en la taza

un océano de bocas invitando al Amor.

Ediciones Torremozas

ME GUSTA LA GENTE, ME GUSTAS TÚ

«Contamíname, mézclate conmigo»

Pedro Guerra

Me gusta vivir entre la multitud.

Oler la humanidad que se mueve y no se rinde,

la misma que odia y ama a partes iguales,

la que se esfuerza por ser ella misma a pesar de las lluvias ácidas,

de los impuestos críticos y las mentiras burocráticas.

Me gustan los hombres y las mujeres que se inventan un beso cada mañana en la comisura de la esperanza,

un remiendo más en los bolsillos medio rotos,

o un halo de santificada promiscuidad en el encaje de las enaguas.

Me gusta la libertad de elegir.

Ese vértigo de saberse vivo en un laberinto de enconados rincones,

avenidas amplias como caudales de ríos enamorados.

Me gusta el aroma de los calendarios iguales.

De los festivos encarnados.

De las noches con saliva y pesadillas.

Del amanecer con sueño y sin tostadas.

Me gusta el olor del café con leche y el té con canela.

Me gusta el libre albedrío.

Me gustan los ángeles y los demonios.

El sabor del vino y el aceite de oliva.

Me gusta ser yo y, también,

me gustas tú.

DEBERÍAN EXISTIR…

 

Deberían existir días en el calendario,

o mejor… no existir.

Días como hoy, por ejemplo,

un hoy sin numeración, sin nombre.

Días vacíos de celebraciones y milagros,

hueros de acontecimientos,

de multas y pecados.

Días como hoy, sin presente,

en los que nada nos evoque el pasado,

en los que nadie nos empuje al futuro.

Días ausentes de sal, carentes de azúcar,

pletóricos de aburrimiento y euforia,

en los que Dios y Satán, multiplicando peces,

descansen de su labor germinal.

Días como hoy, un hoy sin muerte, sin vida,

un hoy en el que presentarse ante el espejo,

desnudos, con el alma de la mano

y sonreír felices, y enamorarse de tanta suerte.

 

Ediciones Torremozas