Si perdemos la esperanza sólo nos queda morir.
Morir así, como lo hacen las violetas: de puro hastío primaveral, letal sobredosis de alegría sin motivo.
Pero morir voluntariamente a estas alturas de incertidumbre no quedaría bien.
Sigo aferrándome a ella, a su delicada epidermis de mujer herida, escamada y taciturna, tejida sobre el telar de lágrimas de todas las luces que me precedieron.
Si perdemos la esperanza sólo nos queda dormir.
Dormir sobre la urdimbre desolada de los sueños muertos.
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