-Perdone señor doctor, desde hace unos días noto un profundo dolor en la sien. Debe ser que se ha atascado esa vena que va de la mente al corazón.

-¿Celebró la nochebuena?

-Un poco, lo justo para cumplir con la tradición y me permitió la pandemia.

-¿Tocó la pandereta?

-Solo en el estribillo.

-¿Está inmunizada contra el sarampión? ¿Le gusta el jengibre? ¿Moja pan en la fabada? ¿Conoce algún agaporni que se llame Manolito?

-¿Puedo pedir el comodín del público?

-El diagnóstico es el mismo de todos los años: exceso de excesos. Tómese esta pastilla azul para los dolores del alma. La roja para el vértigo de la desesperanza. Y la amarilla para entrar en razón.

-¿Es grave, doctor? ¿Voy a morir?

-Son cien euros. La citología de la alegría aparte. Pida cita para el mes que viene, le haré una biopsia de la nostalgia. Por lo demás, bien. Y cuidado con la nochevieja que las uvas vienen cargadas como minas antipersona, no en vano las fabrican en racimo.

Salí de allí con una sensación agridulce, tristeamarga y estúpidamente catatónica.

Hay enfermedades incurables.

Otro año más, pensé.

Solo quedan cinco días.