Hace tiempo que siento unos terremotos internos que no sé bien como gestionarlos.
Es como si la espita de mi alma se me hubiera atascado o la válvula de escape andara atorada por los poros de la alegría.
A menudo parece que quiero llorar pero solo consigo hacerlo hacia adentro, con la sonrisa fundida en el grotesco gesto de una esperanza incrédula y descrecida.
Han sido unos meses turgentes de desdichas, de silencios y bocanadas de sombras. Alfileres punzando sobre las tardes derretidas en ceniza.
Y de repente parece que va a llover. Y que la lluvia limpia y purifica.
Pero solo es un atisbo de tormenta. Otra más que aviva el fuego del dolor. Y hay días que ya no puedo más con tanta llama ardiendo.
Y aún me pregunta que por qué les llamo a ustedes ¿Dónde pido ayuda si no?
Ya toca ir rellenando la lista de propósitos para el año nuevo. Propósitos que parecen factibles pero que a lo largo del calendario se vuelven inalcanzables.
Enero es el momento ideal para inflar la esperanza. Abrir las ventanas hacia la fragilidad del futuro. Dejarse llevar por ese impulso irracional de creer en lo imposible.
Sin embargo, y conforme va transcurriendo el año, la realidad se impone, horada en la ilusión, se convierte en la sibilina amante de los días agridulces.
Ella es la que va poniendo zancadillas a la luz, tira piedras al ventanal de la alegría y le pone nombre al oscuro silbido del silencio.
Y sin embargo, y a pesar de todo, merece la pena seguir caminando.
-Perdone señor doctor, desde hace unos días noto un profundo dolor en la sien. Debe ser que se ha atascado esa vena que va de la mente al corazón.
-¿Celebró la nochebuena?
-Un poco, lo justo para cumplir con la tradición y me permitió la pandemia.
-¿Tocó la pandereta?
-Solo en el estribillo.
-¿Está inmunizada contra el sarampión? ¿Le gusta el jengibre? ¿Moja pan en la fabada? ¿Conoce algún agaporni que se llame Manolito?
-¿Puedo pedir el comodín del público?
-El diagnóstico es el mismo de todos los años: exceso de excesos. Tómese esta pastilla azul para los dolores del alma. La roja para el vértigo de la desesperanza. Y la amarilla para entrar en razón.
-¿Es grave, doctor? ¿Voy a morir?
-Son cien euros. La citología de la alegría aparte. Pida cita para el mes que viene, le haré una biopsia de la nostalgia. Por lo demás, bien. Y cuidado con la nochevieja que las uvas vienen cargadas como minas antipersona, no en vano las fabrican en racimo.
Salí de allí con una sensación agridulce, tristeamarga y estúpidamente catatónica.
«Hacedora de versos» (lo que la RAE llama poetisa)
Maceradora de palabras en casi todos los formatos.
Actriz a ratos.
Madre en prácticas.
Ama de casa en contrato indefinidamente temporal.
(Para saber del currículum completo, preguntar sin vergüenza. Se responde a todo y, de vez en cuando con la verdad.
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