Lo llevo pensando todo el año:
Verás cómo llega Navidad y ni me acuerdo que ha llegado.
Olvidaré poner las flores de pascua en los maceteros del jardín.
Encargar el marisco o el lechal más tierno para una ceremonia inolvidable.
Tampoco me acordaré de irme a esquiar a Baqueira mientras brindo con una copa de Dom Perignon.
Ni siquiera reconoceré a Jesús o a Papá Noel. ¿Eran artistas del teatro chino de Manolita Chen?
No pasa nada, son las consecuencias de una memoria conveniente, un bolsillo limitado y una imaginación sorprendente.
Y esta nostalgia rancia que repta por las vísceras de la tristeza con sus ganzúas precisamente inútiles.
Lo sabía, iba a llegar el día.
Y se me habría olvidado que era Navidad.
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