Hemos venido a reírnos del mundo y su memoria.
A dejarnos llevar por el flujo sanguíneo de la vida que brota en cada segundo preciso e irrepetible.
Hemos venido a ser mortales y, por lo tanto, frágiles como un suspiro.
Nos vamos con la lentitud precisa de un llanto sin dueño.
Con la velocidad exacta de una carcajada hueca.
Con el quebradizo susurro de esa herida eterna que no deja de manar la hiel de los días sin luz.
Quiero pensar que solo es un viaje de vuelta a la esperanza.
Quiero pensar.
Quiero.