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DÍA 77: Ruido

Después de más de setenta días en silencio, ¿de dónde ha salido tanto ruido? ¿tanto tráfico? ¿tanta prisa para ir a ninguna parte?

Hace unos domingos sólo se oían los aplausos, alguna canción desentonada, el piar de los pájaros que hablaban gozosos ante el eco profundo de la tierra y ese murmullo primaveral en el que se oían crecer los geranios como símbolos de vida en su auténtico latido.

Pero hoy de repente se nos ha colado el ruido. El ruido del tráfico exasperado. El asfalto vuelve a rugir con un atronador estallido de motores, tubos de escape como bocas de volcanes y cláxones que quieren constatar su desagradable presencia, con o sin coronavirus. 

La humanidad vuelve a la calle. El ruido todo lo ocupa.

El ruido como único lenguaje.

DÍA 75: Los viernes desplazados

Recuerdo hace unos años… bueno, en realidad unos meses, recibíamos los viernes con esa alegría explosiva con la que los niños esperan la mañana del 6 de enero. 

Hacíamos planes, quedábamos con los amigos, con la familia,  y se nos abría una expectativa mágica y sorprendente para dos días de descanso, de fiesta o de crecimiento personal entre el aburrimiento y la apatía precisa.

Sin embargo, ahora, los viernes han quedado desplazados. Se han quedado temblando en el borde del calendario como aprendices de funambulistas o  magos jubilados que dejaron la chistera olvidada en cualquier rincón de la memoria.

Volverán de nuevo cuando sepan que estamos preparados para una explosión de sana alegría.

DÍA 74: Virus y otros seres extraños

Los virus habitan y cohabitan con nosotros desde que el ser humano puso el pie fuera de la caverna. Se ajustan la corbata, dictan leyes, se atusan sus bizarras barbas y ocupan las tiendas de lujo con una tarjeta tan «black» como su conciencia.

Son virus de etiqueta, de falsa buena educación y de pelaje ambiguo. Pequeñas lagartijas que siguen avanzando aunque les corten la cola, gallináceas presuntuosas con el cuello siempre intacto aun sin cabeza. 

Virus que forman intachables pandemias de egoísmo desbordado y avaricia ilimitada. Virus sociales, vitoreados y alabados. Virus que ocupan portadas de periódicos, posados en revistas y largas entrevistas en televisiones nocturnas con la audiencia reducida al minúsculo tamaño de su cerebro.

Virus contra los que, desgraciadamente, no existe vacuna, sólo aplausos.

DÍA 73: El luto

Más allá de los crespones negros, banderas a media asta, silencios íntimos o mutismos gubernamentales, existe y persiste el luto.

El luto como espacio habitable para la nada, para el vacío sin despedida, para el rezo místico de la indiferencia que se desliza por las grietas del primer mundo. Este mundo resquebrajado como una vasija de porcelana y que agoniza hecha añicos en tantas cunetas de la historia.

El luto es esa mancha insidiosa imposible de eliminar y que nos recuerda, cada día, que si la vida es breve, la muerte se eterniza como un océano de insondables fronteras. La muerte, es el punto y final que pone nombre a nuestra fragilidad humana. Nada más.

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