Bienvenidos al hogar de mi alma

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Milagros imposibles

 

Una siempre espera que surja el milagro:
volver al útero en su feliz letargo,
que las urnas se vuelvan generosamente honradas,
que el beso llegue al labio de la esperanza antes que al olvido
y que deje de llover, o no, en las aceras de la sonrisa.
Pero el milagro no llega y las hordas del desaliento afilan sus guadañas, así que no queda más que hidratarse el verbo para subrayar el aliento con el gozo preciso de los enamorados rotundamente finitos.

La era del desencanto

 

Ya no me convence el llanto ni la postura impostada del advenedizo camaleón funcionario. Tampoco las lacónicas clarividencias de los estigmados electos en el gozo y la virtud.
No sollozo ante los féretros infames ni sobre los paritorios rebozados con el viento del olvido, porque acabo de licuarme la sangre sobre los campos desalentados de mis amigos muertos.
Es esta sed inoportuna, el hambre devorando impropias latitudes, caóticos espejos donde la luz se eterniza sobre los pozos del miedo.
Es el eterno holocausto de las verdades a medias, esquinas cubriendo distancias de lodo desde donde la vida erige sus sombras sobre columnas de humo.
No buscar mi voz más allá del glaciar de los silencios, que ya no quedan sílabas ni margaritas para tanta piara elevada a los cielos.

El sol en la espalda

 

A veces da la impresión que caminamos a contracorriente, nos escondemos en el silencio o erigimos parapetos en torno al denostado olvido. Queremos simular una normalidad de hormiga laboriosa mientras añoramos cantos de sirenas disfrazadas de cigarras en el mismo yacimiento de la melancolía. Nuestra única voluntad es ser felices por encima de nuestra propia felicidad, por eso nos impacta sabernos libres e imperfectos, tetrapléjicamente dispuestos al latido y a la espera.

Y nos asusta esa voz de niño huérfano que nos pide pan de luz desde el fondo imprevisible de nuestra alma, mientras caminamos sordos hacia el malecón donde los suicidas engalanan sus íntimos mausoleos de sal y ámbar.

A veces parece que vivimos con el sol colgado de la espalda mientras una lámpara de aceite tirita entre los dedos, entre la huella fugaz de la memoria.

Sin celebración

 

ODA A LAS AMÉRICAS  (fragmento)

 Américas purísimas,

tierras que los océanos

guardaron

intactas y purpúreas,

siglos de colmenares silenciosos,

pirámides, vasijas,

ríos de ensangrentadas mariposas,

volcanes amarillos

y razas de silencio,

formadoras de cántaros, labradoras de piedra.

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Amanece sobre el mundo

 

Abro los brazos y abarco el mundo

y me lleno de pájaros azules la mirada del viento

sobre el alfeizar inmundo de los días iguales.

Me visto de brisa azul,

de tiempo detenido en la lontananza del deseo

de clamorosos rictus entre alas y besos

que inician el sendero del imposible viaje.

Acaba de amanecer sobre el eco del tiempo

y el llanto se desvanece

enredado en las cortinas de la adormidera marchita,

más lejos de la íntima raíz silenciosa

que alumbra soledades sobre los pozos ciegos.

El horizonte recién se ha peinado de aurora

y yo estoy aquí,

esperando un milagro que nos devuelva la sed

sobre este imperio de esperanzas rotas.

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