Bienvenidos al hogar de mi alma

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Escribir

Escribimos para dejar constancia del silencio que puebla los vacíos del olvido.

La soledad infinita de los malecones rotos.

El minúsculo crepitar del llanto antiguo que sigue horadando la roca con su incontable levitar de mariposas imaginarias.

Escribimos para seguir viviendo pese a todo, pese a nadie, sobre la cúpula nefasta del último suspiro.

Te regalo la luna

alberto rodriguez lopez             
          Para Alberto Rodríguez López
Aquí mismo, como encendida entre caracolas y diamantes,
lívida de amaneceres entre enfermizas fronteras,
sueños imposibles o inútiles galeras que surcan
los paisajes ignotos de la esperanza.
Ahí está, alumbrándonos el horizonte,
magnánima y entregada, ardientemente vaporosa,
feliz sobre su propio influjo de diosa persistente.
Esa misma que nos alumbra el viaje
y que es tuya y mía sobre el instante fugaz del tiempo,
la que nos lapida y envuelve,
esta que nos nombra.
       Esta luna… esta eternidad
hecha segundo sobre un kilómetro más de vida.

Foto: Luis Martínez López

Entre la luz y el asombro

                                             Para Antonio M. porque sé que me escucha

Así, moviéndonos en la delicada línea que evoca un suspiro.
Más allá del  ínfimo espacio que invoca el silencio.
Deambulando entre la luz del olvido y la sombra del tiempo.
Así, lanzando dardos de premura constante,
eternidades envueltas en líricos hilos de plata,
llantos que engarzan  las manzanas agridulces del presente.
Así, renaciendo sobre el asombro del mundo,
más allá del útero fugaz de los débiles alambiques del miedo.
Así, respirando sobre la eternidad del latido profundo,
lleno de vida, por fin…  eternamente…

La lluvia, hoy, el olvido

Hoy ha amanecido el día gallego: lluvioso y lleno de preguntas. Apenas he abierto el paraguas, una sensación de naufragio me ha calado la memoria. Tengo que empezar a desordenar los cajones, a romper viejas fotografías, a incinerar en el olvido tanta herida descubierta, tanto llanto quebrado en los paisajes del tiempo. Quemar rastrojos y mangas, botones y cucharas frías, bolsillos llenos de lodo taponando las ventanas que siempre dan al mediodía.  Y la lluvia cae, como sin cielo, como un milagroso maná que invitara a la despedida.

No es necesario

 

 

A veces no es necesario quererte más,
ni menos.
Dejar que el tiempo desdibuje memorias de humo,
sombras aletargadas al olvido,
deseos inacabados
sobre el precipicio de la impostura.
No es necesario el gesto y el beso,
la tímida caricia a través de la nuca,
las pupilas enmarcadas en ojales de hielo.
A veces no es necesario quererte,
quererte dentro
para desquererte luego.

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