Pues sí, Marivirgin, soy soltera pero…sólo un poco. De cintura para arriba que es como más me gusta a mí. Ya sabes, el resto de geografías, más del sur, van independientes. Se mueven por sí solas. Por esas pasiones incontrolables, llenas de melaza y manzanas, agua destilada y carámbanos de lluvia.
Yo, en realidad, quisiera ser madre de familia numerosa, abuela de ejércitos de nietos, multitudinaria guía de sanguíneos regueros, eslabón genético de una humanidad que palpita sobre el desconstruido mundo de los frágiles esqueletos.
Pero ya ves, soy virgen en algunos paisajes. Y soltera pero… sólo un poco.
Hay lunes que me levanto con la hoguera ardiendo sobre el monte de Venus,como si un pirómano descuidado hubiera lanzado un cigarrillo en medio de la frondosidad, casi intacta, de mi oculto paisaje.
En cambio, hay sábados, que me visto de Antártida y todo el horizonte, trémulo y transparente, se queda estático, con el temblor primigenio de la desmemoria.
Yo elegí ser así de excéntrica.
Elegí beber de mi soltería a pequeñas dosis.
Elegí reconstruirme el himen y la decencia según me apetecía.
Porque, aunque tú no lo creas, Marivirgin, la soledad es un estado del alma, el resto, sólo la conveniencia fugaz de una sociedad en franca decadencia.
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