Hay personas que caen en tu vida, como sin saber cómo.
Seres gelatinosos que lloran a escondidas, beben leche en tetinas artificiales y vienen a ocupar el espacio de las caricias de tu madre nodriza.
Son esos pelones descarados que te buscan la paciencia y requieren las cosquillas de aquellos arcángeles que dejamos olvidados entre los cuentos de Andersen y la Biblia.
Molestos insectos de nata y mermelada a los que entregas tus besos entre babas indecentes y pañales disfrazados de anarquía.
Son tus hermanos.
Los de leche y sangre.
Los de luz y silencio.
Los que te acogen una tarde de lluvia antes de que llegue la policía.
Y te ofrecen un café y un gato de angora enamorada y unos ojos que siempre dicen que la vida está detrás de una sonrisa.
Hay personas que caen en tu vida, como sin saber cómo.
Hay personas que caen en tu vida.
Hay personas…
el resto es el espejismo de un amor que se queda temblando en la memoria de los dioses idos.