No quiero ser guardián de tu memoria.
Ni de la mía tampoco.
No quiero recordar.
Ya casi he olvidado.
Apenas una brizna en el eco lejano de la retina.
Estoy eternizándome sobre la sangre del llanto.
Soy.
Existo.
Respiro por los poros de la luz y la sorpresa.
Acabo de nacer y, por eso, muero.
No me rescates.
Déjame ir como si todo se acabara en el último aliento de una despedida sin norte.