Mis sueños siguen siendo más grandes que mis pesadillas.
Mi esperanza más voluminosa que mi desengaño.
La luz sigue alumbrando, pese a los días de lluvia,
este tibio espacio en el que me desperezo de la desidia.
Soy libre más allá de yo misma y mis contornos.
Me siento purificada en la belleza que transita
las rotondas de la gente sencilla
y aún tengo los bolsillos amplios, desbordados de rotos,
pero con las golosinas justas para el camino.
Soy una superviviente de mi misma.
Estoy redimida.
La manzana es pasado.
Por eso ahora, con vuestro permiso,
voy a tomarme el elixir de los duendes y los trasgos.
Os invito, en la pureza de la espera, a una desenfrenada sidra.