De repente la vida se queda muda. Las calles se aletargan en un silencio permisivo y a un eco de llantos ahogándose detrás de las persianas. Se enmudecen las fuentes y sobre el horizonte de la desidia, el viento de la costumbre y el conformismo instala sus zarpas sobre los violines callados.
Una esfera de impotentes aristas se desangra sobre la memoria.
Ya no canta nadie, ni siquiera se escucha el eco de una nana para dormir a los huérfanos del beso.
Es el momento de levantar la voz.
Es el momento de llamar a los poetas.
Canción 12
Sé que el hambre quita el sueño.
Pero yo tengo que seguir cantando.
Que la cárcel nubla el sueño.
Pero yo tengo que seguir cantando.
Que la muerte mata el sueño.
Pero yo tengo,
yo tengo que seguir cantando.
Rafael Alberti de «Baladas y canciones del Paraná» (1953-1954)
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