Ya lo dijo uno de esos filósofos del siglo XXI:
«la vida es un videojuego que cada nivel con el que te encuentras es peor que el anterior».
¡Qué razón tienes Mario-Socrates-Bros!
A diferencia del resto de mortales, y de algún que otro difunto, yo estaba deseando que acabaran las vacaciones (las vacaciones de los otros, por supuesto);
y rezando estoy porque se acaben los calores (los externos y los internos… los propios y los ajenos)
Si hoy tuviera que pedir tres deseos, frente a la hipnótica lámpara de Aladino, lo tendría bien claro:
- Que a mi hija el tiempo la dejara así de espléndida, inocentemente enamorada, vigorosamente despierta, sensualmente imaginativa y titánicamente inconformista.
- Que a mi vecina la barriera un maremoto de cordura.
- Y que este declive de mujer, galopando cuesta abajo, termine pronto.
Estas han sido mis patéticas vacaciones de verano pero supongo que, como en los videojuegos, lo peor está por venir.
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