¿Te acuerdas, Federico?
Ya llevabas unos cuantos años fusilado, muerto, olvidado, desprendido del mundo y sus granadas,
desaparecido de la luz y de los ojos,
desgajado del tiempo y la memoria, como si un soplo de indiferencia engalanada
se te hubiera llevado el hígado y la sonrisa.
Unos cuantos años,
una eternidad de bigote gritón y pantanos inaugurados,
un universo en blanco y negro donde la voz era un simple simulacro de verdades ocultas.
¿Te acuerdas, Federico?
Yo tampoco.
Solo sé que te quiero.