Bienvenidos al hogar de mi alma

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DÍA 62: Gris sobre negro

Por entre las rendijas de mi alma entra el color de la calle. Afuera es primavera, pero ninguna de sus tonalidades parece permanecer hoy. Aquí sólo entra el gris, el sucio gris del asfalto, de la soledad, de la enfermedad, del miedo y la incertidumbre.

Afuera es primavera: en mi casa, en los ojos de mi hija, en el balcón de mis padres, en la sonrisa impecable de mi amante, en los buenos días de mis hermanos, en las buenas noches de los amigos. 

Mirándolo bien, lo que antes era negro empieza a ser gris. Vamos avanzando. 

DÍA 61: Menú emocional

Hoy, para comer, hemos elegido un menú especial. Las viandas ya están dispuestas, recién preparadas para ser degustadas con el más excelso de los apetitos. 

De primero, aperitivos variados: esperanza al ajillo, aceitunas rellenas de besos y ensaladilla de risas.

De segundo: verduras rebozadas con caricias furtivas, un guisado de imborrables recuerdos y menestra de rúcula, almendras y abrazos en almíbar. 

De postre, y siempre que se imponga el deseo, un tiramisú nacarado con lágrimas de armonía, fruta fresca crecida en el primer rocío y una tarta de nostalgia bañada con alborozada alegría. 

En mi casa tenemos una despensa muy especial.

 

DÍA 60: Los muertos de otros

A  los manifestantes del Barrio de Salamanca. Los que llenan las terrazas de los bares. Los que solo piensan en sí mismos. 

A los que siguen sin entender que mis muertos también son los tuyos, y los tuyos son los míos.  

Los seres humanos no estamos preparados para enterrar a nuestros hijos. Tampoco para hacerlo con nuestros padres o hermanos. Sin embargo, sí estamos programados para olvidar, sobre todo cuando los muertos son los de otros. 

A lo largo de estos tenebrosos días, en los que las cifras de fallecidos hacen temblar hasta al mismísimo Tánatos, me he quedado descalza en un mundo sembrado de cenizas pensando que, quizás, la vida, aferrada a la muerte, nos daba una nueva oportunidad. Pero no es verdad. 

La vida de los muertos no regresa y los vivos siguen generando muerte a su alrededor. No importa que los ataúdes sigan apilandose en las morgues anónimas del silencio. Mientras ese cadáver no sea mío seguiré pensando en salvar sólo mi ombligo.

El futuro es sólo una utopía inventada por un poeta loco.

DÍA 59: Reinventarse

Hace algunos años que cumplí los 50.

He sido administrativa,  madre, ama de casa, actriz, poeta, animadora de escritura, amante, hija, hermana, lectora empedernida.

Bailarina sin talento, música sin oído, gimnasta con vocación atrofiada y tertuliana con la opción política siempre incorrecta

Todavía me queda mucha vida para probar y equivocarme, para buscar y perderme, para des-amar y reencontrar la brújula perdida, la rosa de los vientos que me deje varada en esa bahía perfecta en la que las sirenas te cantan bajito, al oído, envueltas en escama y marea.

Quizás ahora toca reinventarse.  

Dejar que el tiempo nos fabrique otra vez en una voluta de oxígeno escapada del inmenso crisol del silencio. 

Dejarnos fluir para encontrar, de nuevo, la vida.

DÍA 58: La creatividad

Aunque el mundo se detenga. Los semáforos dejen de funcionar. Cierren los colegios o los bares se conviertan en terrazas solo pobladas de palomas. 

Aunque los autobuses circulen vacíos por autovías desiertas, con el asfalto intacto y sin velocidad. Los columpios se muevan sin niños, a merced de una brisa descafeinada e insulsa.

Aunque el reloj haya desencajado sus saetas, el calendario sus días festivos o las banderas se destiñan en el silencioso ondear de un paisaje mortecino.

Aunque todo parezca muerto y vacío… Siempre nos queda la creatividad.

La creatividad como voz.

La creatividad como bandera.

La creatividad como esperanza.

La creatividad como libertad.

Y dejarse llevar por su viento. Y volar, volar, volar…

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