Una nueva raza humana ha crecido a partir de la crisis del coronavirus: los niños hogareños.
Son esas criaturas que han nacido en familias de puertas y mentes abiertas, educados en colegios de ventanas decoradas con flores y versos de Gloria Fuertes, los que acuden a todas las clases de extraescolares combinando el yoga con el teatro, el fútbol con las manualidades o el judo con la guitarra. Son los que han desterrado a Disney para convertirse en héroes y heroínas de Marvel. Los que meriendan en los parques y se lanzan al infinito desde todos los toboganes. Son los niños de la libertad y la anarquía.
Pero, de repente…
¿Qué fábula nos inventamos para explicar este vacío, esta ausencia, esta lejanía? ¿Dónde han quedado sus amigos, sus abuelos, la clase de matemáticas o los empujones en el patio?
En casa todo es distinto. El amor no sirve para todo, al menos a estas edades. ¿Jugamos a sobrevivir?
Una nueva raza humana ha crecido a partir de la crisis del coronavirus: los niños hogareños.
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