Como toda niña nacida en la década de los 60 nos llevaban a la cama en blanco y negro.
Después descubrimos que un señor pequeño con bigote nos había quitado el color de la tele para hacernos sentir más tristes.
Y ahora, con un montón de años más he descubierto que el color no está en la tele, si no en el corazón.