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DÍA 74: Virus y otros seres extraños

Los virus habitan y cohabitan con nosotros desde que el ser humano puso el pie fuera de la caverna. Se ajustan la corbata, dictan leyes, se atusan sus bizarras barbas y ocupan las tiendas de lujo con una tarjeta tan «black» como su conciencia.

Son virus de etiqueta, de falsa buena educación y de pelaje ambiguo. Pequeñas lagartijas que siguen avanzando aunque les corten la cola, gallináceas presuntuosas con el cuello siempre intacto aun sin cabeza. 

Virus que forman intachables pandemias de egoísmo desbordado y avaricia ilimitada. Virus sociales, vitoreados y alabados. Virus que ocupan portadas de periódicos, posados en revistas y largas entrevistas en televisiones nocturnas con la audiencia reducida al minúsculo tamaño de su cerebro.

Virus contra los que, desgraciadamente, no existe vacuna, sólo aplausos.

DÍA 73: El luto

Más allá de los crespones negros, banderas a media asta, silencios íntimos o mutismos gubernamentales, existe y persiste el luto.

El luto como espacio habitable para la nada, para el vacío sin despedida, para el rezo místico de la indiferencia que se desliza por las grietas del primer mundo. Este mundo resquebrajado como una vasija de porcelana y que agoniza hecha añicos en tantas cunetas de la historia.

El luto es esa mancha insidiosa imposible de eliminar y que nos recuerda, cada día, que si la vida es breve, la muerte se eterniza como un océano de insondables fronteras. La muerte, es el punto y final que pone nombre a nuestra fragilidad humana. Nada más.

DÍA 72: Aprendiendo a amar

Los seres humanos somos lanzados al vértigo de la vida sin manual de instrucciones, sin máculas ni pecados, sin conciencia ni  valores, sin más sentimiento que la pura necesidad de supervivencia. Todo vendrá determinado según lo que recibamos.

Por eso a amar se aprende amando.

Gracias por estos 25 años.

Seguimos caminando, aprendiendo juntos.

DÍA 71: Aprendiendo a volar

A estas alturas es momento de sacar conclusiones, lecturas positivas, pero no ese positivismo de flores pintadas con purpurina, mariposas posadas en jardines de bucolismo vomitivo o corazones entrelazados con flechas flexibles como gominolas de fresa y plátano.

Tampoco me sirven los mensajes divinos, ni los ángeles flotando entre orondas musas que declaman frases de filósofos enamorados de su propio ombligo.

A estas alturas no me sirve casi nada

Sólo quiero aprender a volar.

Soltar lastre y volar. Hoy mismo empiezo.

DÍA 70: Madre no hay más que una

Las madres nunca cumplen años: los reconvierten, los descumplen, los resucitan y los utilizan como encaje que cuelga en las cortinas de la memoria, sobre los sillones de la alegría o en las mesitas de té con inmaculadas hojas de alegría.

Ellas saben remendar cualquier desgarro en el tapiz del corazón, ponen parches de saliva milagrosa en las heridas y siempre ponen la sal justa aunque sean postres aderezados sólo con ternura.

Ya lo dice el refrán: «Madre no hay más que una…» al resto del mundo lo encontré en la calle.

Te quiero madre.

Feliz cumpleaños.

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