Hoy no me han declarado una enfermedad terminal.
Tampoco me apetece suicidarme.
Mi nivel emocional fluctúa, como siempre, y hay ratos que me siento eufórica y, otros, como una malva.
No me apetece ser española, ni europea, ni siquiera terráquea.
Pero me siento feliz.
O no.
En la línea imaginaria de la mitad de mi vida
estoy más perdida que nunca.
He llegado a la cumbre de la sin razón.
Yo tampoco, si pudiera,
hubiera elegido el olvido de los monos.
Retomo el vientre.
Que os engañen a otros.
Qué bonito lo de madre en prácticas! Y qué alegría encontrarte aquí. Muchos besos, vecina!!
Graciasssss!!! Besos grandes siempre!!!
Gracias, guapa!!!
Todo un honor y un placer contar contigo.
Besazos!!!