La poesía no es un arte curativo.
Ni siquiera es didáctico y, en muchos casos, poco simpático.
La poesía no es nada tangible, ni se come ni embelesa,
aunque con pulpa de fresa, a veces,
el corazón mantiene estático
con un ácido fulgor de inclemencia obtusa.
No es rima ni canción,
tampoco sopor ni pancarta,
ni siquiera infama o destruye,
dilapida o engalana.
La poesía no es nada
por eso,
cuanto más desaparece
más se la ama.