No me acostumbro a los días sin luna
ni a las noches sin sol.
No me acostumbro.
No me acostumbro al café con azúcar,
al cacao del chocolate
ni al salino arrecife que emanan las lentejas.
No me acostumbro.
No me acostumbro a las escaleras sin vértices,
a las esquinas redondas,
al colapso en las carreteras
donde sólo transitan ovejas y niños.
No me acostumbro.
No me acostumbro a quedarme así,
estática en la costumbre,
desmemoriada y ausente,
fugitiva de mí misma y mis miserias emotivas.
No me acostumbro.
Dadme alas, voz, alarido y olvido
que yo pondré un río de lágrimas
sobre la tinta indeleble de la desmemoria.