INVIERNO
Advierto el suave retornar de la oca, entre senda y camino, donde la sierpe interrumpe su sibilante  ulular bajo el primer susurro de la incipiente albura, y las inhiestas coronas de majestuosos cérvidos se preparan para desterrar a las ninfas de aquellas noches tórridas de julio.

Prevengo al buey y al carnero del prístino y afilado retornar del brusco hachazo del frío guerrero, e invoco a la araña que teje los profundos sueños, para que meza entre costura y costura, el dulce dormitar del oso, del erizo, del sombrío murciélago, y cientos de plumas acarician el horizonte, como ínfimos suicidios angelicales retrocediendo a aquella tierra donde ha vuelto la luz y ya no vence la muerte.

Pero callad… ¿No lo escucháis?

Ya viene, el bosque gime por las laderas, la madera cruje en el hogar, los espectros comienzan su inmutable letanía, los cristales son apurados por miles de glaciales lenguas, los niños callan y las ancianas retoman polvorientas fábulas de púberes adolescentes y lascivos militares, allá en cualquier guerra.

Shhh…

Ya se oye el llanto de la lechuza, de la leche maternal derramándose sobre el rocío del verde pasto, ya se escucha el palpitar de la semilla dentro del útero silencioso del campo, el éxtasis sobre un colchón mojado, tu voz, peregrino, entre la marabunta de maleza y maullidos de gatos.

Dispongo de la hojarasca y del fuego, de un manto con aroma a manzana y a salvia, de un caldero  susurrando los secretos de la montaña sobre moribunda leña y de mi humilde palpitar, oh caminante,

¡Que en mi refugio sólo se admiten cálidos abrazos!

Premio local Cuentamontes 2012