Bienvenidos al hogar de mi alma

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A veces llegan regalos que son pura vida

A veces llegan regalos que son pura vida,
latidos precisos, bocados en la nuca de la esperanza,
para saber que nada es tan baldío como una se imagina.
Gracias, hermana-amiga, por haber elegido mis bolsillos de palabras.
Te quiero.

 

MIS VERSOS SON TUYOS
                                   A mi hermana Sacra
Mis versos son tuyos,  ya no hay amor que menoscabe la átona tilde que pronuncian nuestras almas cuando los poetas nos reconocen en el purgatorio de las palabras.
Esos mismos poetas que planearon sobre nuestras cabezas en nuestros días de alcoba y pelos de gato,
de naranjas en un cielo crepuscular donde el papel gemía de placer
ante el mecanógrafo de tus dedos.
Sí, hermana, mis versos son tuyos, son de aquel sátiro andaluz que canta coplillas
en las negras aceras de una Nueva York infame,
de aquel que buscó su espectral Beatriz entre fuego y esperma de ángel,
de ese otro que con lengua asesina asestaba estoques a decrépitos nobles borrachos toledanos
allá donde el chileno era aún un nonato perfilando curvas de mujer en el paraíso de los eternos enamorados…
Mis versos son tuyos, tuyos y de nadie más,
son mis primeros pasos en mi infancia,
las efemérides de una pubertad silenciada,
de una adolescencia anárquica, de una madurez que promete ser firme y arropada,
porque tus brazos están ahí hermana… extendidos, pacientes, a la espera de que uno de mis versos,
tus versos, pierdan el equilibrio y caigan hacia el inevitable abismo de los que,
amamos tanto, tantísimo, la revolución del llanto.

                                                                                                           LETICIA LEAL

Leticia Leal

 

INVIERNO
Advierto el suave retornar de la oca, entre senda y camino, donde la sierpe interrumpe su sibilante  ulular bajo el primer susurro de la incipiente albura, y las inhiestas coronas de majestuosos cérvidos se preparan para desterrar a las ninfas de aquellas noches tórridas de julio.

Prevengo al buey y al carnero del prístino y afilado retornar del brusco hachazo del frío guerrero, e invoco a la araña que teje los profundos sueños, para que meza entre costura y costura, el dulce dormitar del oso, del erizo, del sombrío murciélago, y cientos de plumas acarician el horizonte, como ínfimos suicidios angelicales retrocediendo a aquella tierra donde ha vuelto la luz y ya no vence la muerte.

Pero callad… ¿No lo escucháis?

Ya viene, el bosque gime por las laderas, la madera cruje en el hogar, los espectros comienzan su inmutable letanía, los cristales son apurados por miles de glaciales lenguas, los niños callan y las ancianas retoman polvorientas fábulas de púberes adolescentes y lascivos militares, allá en cualquier guerra.

Shhh…

Ya se oye el llanto de la lechuza, de la leche maternal derramándose sobre el rocío del verde pasto, ya se escucha el palpitar de la semilla dentro del útero silencioso del campo, el éxtasis sobre un colchón mojado, tu voz, peregrino, entre la marabunta de maleza y maullidos de gatos.

Dispongo de la hojarasca y del fuego, de un manto con aroma a manzana y a salvia, de un caldero  susurrando los secretos de la montaña sobre moribunda leña y de mi humilde palpitar, oh caminante,

¡Que en mi refugio sólo se admiten cálidos abrazos!

Premio local Cuentamontes 2012