A veces llegan regalos que son pura vida,
latidos precisos, bocados en la nuca de la esperanza,
para saber que nada es tan baldío como una se imagina.
Gracias, hermana-amiga, por haber elegido mis bolsillos de palabras.
Te quiero.
MIS VERSOS SON TUYOS
A mi hermana Sacra
Mis versos son tuyos, ya no hay amor que menoscabe la átona tilde que pronuncian nuestras almas cuando los poetas nos reconocen en el purgatorio de las palabras.
Esos mismos poetas que planearon sobre nuestras cabezas en nuestros días de alcoba y pelos de gato,
de naranjas en un cielo crepuscular donde el papel gemía de placer
ante el mecanógrafo de tus dedos.
Sí, hermana, mis versos son tuyos, son de aquel sátiro andaluz que canta coplillas
en las negras aceras de una Nueva York infame,
de aquel que buscó su espectral Beatriz entre fuego y esperma de ángel,
de ese otro que con lengua asesina asestaba estoques a decrépitos nobles borrachos toledanos
allá donde el chileno era aún un nonato perfilando curvas de mujer en el paraíso de los eternos enamorados…
Mis versos son tuyos, tuyos y de nadie más,
son mis primeros pasos en mi infancia,
las efemérides de una pubertad silenciada,
de una adolescencia anárquica, de una madurez que promete ser firme y arropada,
porque tus brazos están ahí hermana… extendidos, pacientes, a la espera de que uno de mis versos,
tus versos, pierdan el equilibrio y caigan hacia el inevitable abismo de los que,
amamos tanto, tantísimo, la revolución del llanto.
LETICIA LEAL
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