Por la senda abrupta que conduce a la cima sin límite.
Por el desolado barranco de las respuestas sin nombre.
Por el infinito ascenso del mineral abrumado.
Caminas ahora hacia la incógnita imprecisa del último vuelo.
Y aquí nos dejas, amigo, huérfanos de palabras y romero,
parapléjicos de versos y albahaca,
con los ojos vueltos hacia el vacío de la altura,
la misma que se corona con la luz inmaculada de tu partida.
Deja que hagamos hoy, con el postrero aliento de nuestro llanto,
un fuego de campamento en la cima de la añoranza,
que hoy, más que nunca, la montaña se encuentra herida
por el repentino vacío de tu paisaje.

Espéranos, Daniel,
ya estamos preparando nuestras mochilas.