«La vida sigue siendo el mejor de mis poemas. Gracias a todos los que me dais tema para seguir creando. Va por ti, Maritú»

Pues sí Mariyo resulta que en este invierno que despierta las memorias y congela las neuronas, un día cualquiera, de esos laborables que el calendario viste de negro como viuda iracunda, o Bernarda desgarrada por el peso de la tradición y la conciencia intranquila, iba yo paseando calle arriba, como cualquier coplera de mantilla y moño en alto, cuando me encuentro a una excelsa figura. «¡Qué guapa!», pensé para mí misma, «¡Qué porte…qué elegancia… qué peinado tan refinado… qué inteligencia tan precisa!» Era la misma imagen de una diosa, una Venus encarnada, la fruta perfecta en el paraíso de la gloria. Al llegar a mi altura… «¡¡coño…si soy yo!!» y nos hemos fundido en un solo cuerpo, carne inmortal que superará cualquier tipo de crítica, cualquier barlovento de incultura, toda la putrefacción de los vientos inclementes de la libertad.

Y así voy, majestuosamente calzada sobre unas plataformas de pelo esculpido por la laca de la victoria, envuelta en la bandera de las azules gaviotas, hablando sin sentido con un cetro dorado en la mano derecha para imponer el ritmo de los ejércitos victoriosos del olvido. Soy yo la que manda, la que dirige, la que sabe de órdenes y leyes, soy la viva imagen del poder y, además, soy perfecta.

¿Mariyo?… ¿Mariyo?… ¡¡Lástima que nadie se dé cuenta!!