Bienvenidos al hogar de mi alma

Categoría: Genio y figura (Página 3 de 13)

Feliz viaje


Para Miguel Ángel Esteve

El silencio.
El palpito frutal de la madreperla y la acuarela.
La premura del paisaje.
La tiza virtual de los besos que se esconden
sobre los dobladillos del lienzo enamorado.
El infinito elixir del oleo desbocado.
La presencia.
El desnudo eco de la luz dormida.
El silencio.
El yermo territorio del horizonte huero.
Y, de nuevo, la frágil desnudez del pastel,
el íntimo arrullo del alba desbocada,
el sendero sempiterno de la esperanza nunca huida,
nunca desgajada.
Feliz viaje, compatriota de sueños.
Feliz viaje,
feliz paraíso eterno.

Teresa de Jesús, Santa Poesía

 

BENDITA TERESA

Bendita Teresa.
Bendita Alma Enamorada.
Bendita estrella gravitando en el cielo libre de los siempre amados,
de los siempre desterrados,
de los encumbrados hacia las cimas de la gloria permanente.
Bendita lluvia renacentora, oleada de paz, soplo de amor,
desgarrado corazón hiriente.
Bendita Teresa.
Bendita Luz.
Bendita Mujer.

Bendita Teresa.
Eterna Mujer.
Voz alzada sobre el silencio del llanto en oleadas de ignota primavera.
Bendita Alma Enamorada.
Luz primigenia en la oscuridad de los amores precisos,
en el albor de los amantes fecundados
sobre la primera piedra del olvido.
Bendita Teresa.
Bendita Luz.
Eterna mujer.

Feliz 80 cumpleaños, padre

Parece que fue ayer.
Éramos pequeños -más pequeños que hoy mismo-.
A través de la niebla del tiempo,
el rumor de las rocas,
la soledad de las lágrimas perdidas y encontradas,
hemos prendido una hoguera
aprendida de los días sin viento y las noches sin luna.
Parece que fue ayer.
Y ciertamente fue ayer mismo.
Cuando el mundo era en blanco y negro,
cuando todavía quedaba la fe y las flores suficientes
para coronar vírgenes en el mutismo del silencio.
Eran otros tiempos.
Éramos pequeños -más pequeños que hoy, más infinitos que ayer mismo.-

Feliz cumpleaños, papá.
Porque 80 años no son nada.

Cuando un cómico muere

Cuando un cómico muere, nos quedamos huérfanos en la risa.
La comisura de los labios se adormece.
El corazón se nos queda «desesponjado» y disléxico.
Somos un féretro andante de nuestra propia soledad.
Nadie como él supo enseñarme los cuentos.
Ahí empecé a ser joven.
Espéranos Pedro Reyes.

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